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¿Por qué nos gusta viajar?

¿Por qué nos gusta viajar?

Son tiempos difíciles para los viajeros, para las personas que se dedican a explorar el mundo, a descubrir culturas, fotografías paisajes o probar platos exóticos en callejones recónditos. Las restricciones derivadas del coronavirus han provocado (entre muchas otras cosas) el cierre de fronteras internacional, que a su vez ha impedido continuar con el movimiento global de personas al que estábamos acostumbrados. Sin duda, seguir viajando como lo hacíamos hasta ahora ya no es factible, y la privación del desplazamiento en tiempo de ocio ha repercutido en la salud mental de gran parte de la población. De hecho, diversos estudios sostienen que viajar forma parte de nuestra predisposición genética, la necesidad innata de emigrar está estampada en nuestro ADN. Por tanto, no es extraño que las afectaciones psicológicas inducidas por el confinamiento mundial se hagan cada vez más latentes. Y del mismo modo que sucede cuando perdemos a una persona y sólo valoramos su compañía al sentir su ausencia, ahora que no podemos desplazarnos es inevitable que nos preguntemos: ¿Por qué nos gusta viajar?

VIAJAR AYUDA A REDUCIR EL ESTRÉS

Nos gusta viajar porque desconectamos de las problemáticas que suelen inundar nuestra rutina. Sumidos en obligaciones diarias y repetitivas, los conflictos que sufrimos se reducen al círculo de actividades que conforma nuestra vida cotidiana: ir a trabajar, amigos, familia, hijos, facturas… Es difícil adquirir perspectivas más globales sin salir del mantra de las costumbres diarias. El viajar nos permite observar nuestras problemáticas desde la distancia y restar trascendencia a nuestras ansiedades, es por eso que buscamos salir de nuestro entorno en cuanto se nos presenta la oportunidad.

CONOCERSE MEJOR

Explorar el mundo, además, nos permite descubrir nuevas facetas de nosotros mismos. Al encontrarnos diariamente en situaciones poco habituales, es muy común que nos sorprendamos reaccionando de formas hasta ahora desconocidas. Son muchas las historias de personas que tienen revelaciones al viajar, que descubren sus verdaderas pasiones, hobbies, aspiraciones… Los viajes largos son sinónimos de autoconocimiento e introspección. Además, el viajar no solo permite conocerse mejor a uno mismo, sino que promueve el acercamiento con culturas ajenas. Conectar y empatizar con personas de países extranjeros fomenta la tolerancia, la empatía y la flexibilidad. El prototipo de persona que viaja asiduamente suele tener ideas más tolerantes y comprensivas acerca del otro. No es hasta que visitamos otros países que logramos entender con sensatez y juicio la aleatoriedad de la organización mundial. No es hasta que se viaja que se adquiere conciencia sobre el propio privilegio.

SENSACIÓN DE LIBERTAD

Por último, viajar nos regala la sensación de libertad que muchas veces perdemos al creernos prisioneros de nuestras circunstancias. La libertad de movimiento nos ayuda a percibir el abanico de nuestras posibilidades como infinito, lo que nos permite gozar de la sensación de albedrío y autonomía, percepciones indispensables para sentirnos tranquilos y felices.

VIAJAR COMO ANTES

Es por todas estas razones que gran parte de la población ansía la vuelta a la normalidad, para poder volver a disfrutar de sus vacaciones vagando por el mundo. Y ahora que la luz al final del túnel está más cerca que nunca, es momento de plantearse qué tipo de viaje queremos promover. Quizás apostar por un modelo de turismo sostenible que nos permita poder seguir viajando sin fomentar las grandes concentraciones o masificando las ciudades, un modelo de turismo que nos posibilite seguir viajando sin acabar con la gallina de los huevos de oros.

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